domingo, 9 de agosto de 2009

De repente, un optimista.

Korean War, Soldiers.

Con el debido respeto Leibnitz era un pánfilo, por no emplear el término que realmente tengo en la cabeza, que es bastante más insultante. Haré un ejercicio mental, imaginaré a un optimista como a alguien normal...no...no puedo, imposible disociarlo de una sutíl forma de la locura -si, ya sé, empiezo mal- intentaré explicarme. Del grupo de los optimistas, quitaré a los "temporales" osea: Enamorados, afortunados en el juego, herederos ricos por sorpresa y algún otro más; éstos no son optimistas, son felices momentáneamente. Ya quedan, con alguna impureza despreciable, los auténticos optimistas. Como para todo equilibrio, son necesarios, como lo son las sanadoras sanguijuelas o las delatoras ladillas. Me pregunto ¿ Porqué estoy escribiendo esto... ? Sin pensarlo mucho intuyo que es porque estoy cabreado, molesto, descontento conmigo mismo, por perder el tiempo meditando sobre semejante bazofia: Descorazonados y sonrientes optimistas, egocéntricos seres que cierran los ojos ante el dolor y la desgracia ajena, ante cuerpos desmembrados; que son capaces de sonreír ¡¡¡Durante todo el día!!! Restriegan por la cara de un desgraciado indigente esa dulzona sonrisa, pero son ajenos a ello. Son lo más parecido a un psicópata, aunque este último es un inocente, es un enfermo. Son "psicópatas sanos", dentro del sistema son muy útiles para los que manejan los verdaderos hilos de la gran máquina. Son la mano que deja caer la sanguijuela, sobre la hinchada, pestilente y negruzca pierna.

Cuasífocles (X-VIII-MMIX)