lunes, 21 de enero de 2008

Hay que ver, cómo pasa el tiempo.


Hace poco, correteaba en pantalón corto, ajeno a todo menos a dos o tres cosas. Y ahora mi cabeza estalla, saturada de cosas inútiles, excepto dos o tres.
Mi rostro reflejado en el espejo es el de alguien que no conozco, barba canosa y agreste, ojos que ven mal y piel poco lustrosa. Lo peor de todo es la expresión, es inquietante por su seriedad, años sin sonreír en soledad. Sólo algún esbozo, más mueca extraña que sonrisa; que ofreces por cortesía, si te encuentras o saludas a alguien con interna desgana; hace años que todo el mundo es un extraño para mi. Pero volvamos al asunto principal, el paso del tiempo, por un momento recuerdo al Sileno y a su sabiduría (Ver entrada "Poe sueña"). Cuando se brincan los cincuenta y tantos años, por no decir el medio siglo, y medio se ha vivido; ya dispone uno de suficientes experiencias como para saborear, esa extraña rama de la matemática llamada Estadística. La ciencia, aunque hoy ya se puede hablar de industria científica sin que nadie se ruborice, y más que nunca en ese "hoy" se libra la batalla para transformarlo en "mañana". Pero aparte de algunos pírricos adelantos, sólo se ha podido comprobar que toda lucha contra el tiempo es absurda y que lo único que consigue es el espanto, al poder observar los patéticos rictus y muecas de los rostros inflados y desposeídos de humanidad, que portan sobre todo señoras pudientes al borde de la locura y algunos actores, ya macocos*.
A lo que iba, la estadística, y en concreto al algoritmo "entierros".

Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura,
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco
De los gruesos cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros...
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio.
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra caja se rompían
los pesados terrones polvorientos...
El aire se llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos...
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero.

Gracias a Don Antonio, he ahorrado bastantes palabras y de paso añadido algo de sensatez a esta calle sin salida.
Bueno, resumiendo: La ciencia se ha vuelto superficial, en el sentido más estricto de la palabra, y el ungüento ahora llamado crema es el "Top".
El resto de la investigación se dedica al menudeo de la enfermedad "común" y ahora al tema del "acojono climático" porque sin Señoras no se vende crema. Y si se nos ahogan, qué...vuelta a empezar. Que por otra parte ha sido la solución más adoptada, ahora que caigo.
Para concretar les voy a contar algo que presencié y que merece la pena. No hace mucho, me senté en un banco de una plaza del pueblo junto a dos abuelos, les dí los buenos días con el tono que la gente mayor identifica con el "cada uno a lo suyo" sin ningún problema. A unos metros de nosotros, unos zagalones* de esos que llevan sin saberlo los pantalones cómo Cantinflas. Hablaban a gritos con voces impostadas propias de la estupidez cómo enfermedad, y se empujaban los unos a los otros dejando los hombros caídos y simulando la pérdida del equilibrio, por unos momentos pensé que se trataba de discapacitados psíquicos censados, dado lo patético de la escena. Durante un rato los abuelos y yo seguimos las evoluciones de los muchachos, que terminaron tomándola con uno de ellos y comenzaron a golpearle y burlarse de él. La victima braceaba entre sollozos de rabia intentando defenderse mientras, era fotografiado por los teléfonos móviles, otros se dedicaron a empujar una joven acacia que terminó por quebrarse. Así pasó un buen rato y entonces uno de los abuelos dijo mientras contemplaba la escena:
- Hace falta una guerra.
El otro contestó:
- Éstos no sirven ni pa carne de cañón... menos mal, que ya nos queda poco de vivir.

Cuasifocles.

Versos: "En el entierro de un amigo" Antonio Machado.

*Macoco. En zonas de Murcia, higo maduro a punto de desprenderse de la rama.
*Zagalón. En Murcia, adolescente de cuerpo grande y pinta de irresponsable.

5 comentarios:

Lucía dijo...

¡Qué depresión!

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Querida amiga Lucía, por desgracia en la vida real, la felicidad es patrimonio de unos pocos; en su mayoría enajenados y oligofrénicos que viven una infancia feliz eterna.
Gracias por tu siempre bienvenido comentario.

Anónimo dijo...

Pero, qué está pasando con los jóvenes? Dan miedo algunos. Eso hombros caídos, esa forma de andar a punto de derrumbarse, esos pantalones que se van a caer. Y eso es lo de menos. Lo gravísimo es el fondo. No quieren estudiar, no quieren esforzarse, no saben lo que es luchar por algo, ni quieren, no saben lo que es la moral. Y lo peor es que van de víctimas. No sigo que me cabreo. En Madrid los fines de semana se quedan las calles super sucias de bolsas de comida y botellas de plástico, y es que estos chicos y chicas han salido de botellón y directamente lo han tirado todo al suelo, han meado y escupido al suelo también tranquilamente.

Para ti un abrazo fuerte.

MARINA dijo...

Por eso hay que sentirse afortunado de no formar parte de esa epidemia, a este paso ya pandemia...'que bastante tenemos con lo nuestro', no?
Humilde opinión, como siempre ;)

Cuasífocles dijo...

Estimadas Anónima y Marina, los jovenzuelos no son culpables de su absurdo comportamiento. Ya que son victimas del Sistema, que los educa y moldea. Que selecciona a los más débiles de "celebro" y menos afortunados en entorno, social o familiar para distorsionar el pensamiento y desfigurar la merecida tranquilidad de los más desprotegidos, en este caso los ancianos y la acacia. Cuya imagen de "árbol caído" deprimirá más si cave, a los vecinos y transeúntes que la vean y así hasta dar la vuelta al mundo. La ausencia de moral y la pasividad de un gran número de gente joven, también entra dentro del "Plan", ya que el personal desmotivado pero con preparación técnica es manso y se conforma con un poco de pasto, como una vaca por ejemplo, su forraje diario y a dar leche sin complicaciones. Y si encima lo aletargas con calimocho, resulta perfecto. Los más inteligentes y bien aconsejados, forman una minoría silenciosa y pragmática. Que con un poco de suerte, podrán acceder a los placeres de la contemplación y el disfrute del arte, cuando no sean en gran número, protagonistas y creadores de libros, músicas, imágenes y sensaciones.